Resumen
Introducción: los sentimientos mezclados impiden al médico identificar al potencial donante de órganos (PD), de ahí que, adquieren importancia las vivencias negativas ante la muerte y la noción de “no cosificación” del cuerpo. Objetivos: a) explorar vivencias de médicos intensivistas (MI) frente a la muerte y ante el diagnóstico de muerte encefálica (ME); y b) recopilar sus opiniones en torno a la utilización del cadáver. Diseño, ámbito y participantes: investigación cualitativa, prospectiva, descriptiva; con muestra intencional y saturada. Información recolectada vía entrevistas en profundidad. Participaron médicos de áreas críticas de un hospital de C.A.B.A. Resultados: la muerte significó: algo ajeno al médico, de percepción clínica, el cese de funciones cerebrales, de definición legal o práctica. La ME representó un momento de la muerte, de diagnóstico impreciso, determinado por métodos clínicos e instrumentales. Retirar el soporte vital bajo ME requiere el acuerdo familiar. El cadáver se dispone según la voluntad del fallecido, de la familia y del médico; puede usarse con respeto como material biológico. El cadáver debe donarse porque no es mercancía, aunque podría ser vendido por fines nobles; tiene valor per se, para la familia y para el sistema de salud. Verlo como bien útil no reportaría beneficios. Su manipulación no se vio como ensañamiento, y sí como ayuda para la familia. Conclusión: La muerte, aunque percibida antes de su diagnóstico, fue difícil de explicar y fue negada entre los participantes. El diagnóstico de ME no fue unánimemente considerado certero. La disposición del cadáver podría incluir su comercio.
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